Una historia sobre desórdenes de niña rica de mansión y padrastro insoportable pueden desencadenar una historia que te tiene pegado a la pantalla sin apenas parpadear. Eso debió pensar Cory Finlay (director y guionista) al germinar este guión, cuanto menos interesante, pese a tener una idea principal que parece ya muy reutilizada.
El padrastro déspota y la hija de apariencia “sensible” pero fría siguen siendo recursos no muy innovadores pero aparece una tercera persona, una insensible por naturaleza capaz de perpetrar horrendidades con su animal doméstico preferido, con la que Lily busca hacer su obra de caridad como terapeuta en ciernes. Una primera sesión y una proposición desentraman el guión que se desmenuza entre conversaciones directas de plano y contraplano, enfoque y reenfoque de una manera sutilmente insensible.
Anya Taylor-Joy (Lily) y Olivia Cooke (Amanda) protagonizan esta película y la ensalzan con su gestualidad, en algún caso de manera acertada viene a ser escasa y parecen bustos parlantes, donde la contrariedad en Lilly junto a su frialdad y la interpretación remarcable de Amanda nos atrae ante un debate en torno a la insensibilidad humana.
El escaso currículum de Cory Finlay, la tampoco contrastada carrera de Anya Taylor-Joy junto a la automática asociación de Olivia Cooke a su papel de Laine en Ouija (2014) podría hacernos equivocarnos y juzgar de antemano la película como un bodrio cercano al telefilm. Sin embargo, resulta ser todo lo contrario, sin grandes pretensiones Pura sangre es una película de esas que se disemina mejor si la sala no está repleta y que te cuenta una historia que podrías tener como típica pero que añadiendo elementos y tratándola de manera diferente puede dar lugar a una buena película.
¿Quién perturba a quién? ¿La insensible de manual a la niña rica o viceversa? ¿O es el padrastro a todxs lxs espectadorxs?